martes, 24 de noviembre de 2009

Leandro Fernández de Moratín


Nació en Madrid en 1760, de noble familia asturiana. Su padre era el poeta, dramaturgo y abogado Nicolás Fernández de Moratín y su madre Isidora Cabo Conde. Se crió en un ambiente donde eran frecuentes las discusiones literarias, pues su padre Nicolás fue un hombre dedicado a las letras. A los cuatro años, enfermó de viruela, lo que afectó su carácter, volviéndolo tímido. No cursó estudios universitarios porque su padre estaba en contra, y comenzó a trabajar como oficial en una joyería.

A los diecinueve años, en 1779, ya había conseguido el accésit de poesía al concurso público convocado por la Academia. En 1782 ganaría el segundo premio con su Lección poética. En 1787, y gracias a la amistad de Jovellanos, emprende un viaje a París en calidad de secretario del conde de Cabarrús, entonces encargado de una misión a París. La experiencia fue muy provechosa para el joven escritor. Vuelto a Madrid, obtiene su primer gran éxito con la publicación de la sátira La derrota de los pedantes. El conde de Floridablanca le hace entonces la merced de un beneficio de trescientos ducados, y Moratín se ordena de primera tonsura, requisito indispensable para poder disfrutar del beneficio. A poco de llegar Godoy al poder logró la protección del favorito, que le ayudó a estrenar sus comedias y aumentó sus ingresos con otras sinecuras eclesiásticas.

Durante cinco años viajó por Europa, regresando a Madrid en 1797 para ocupar el cargo de secretario de Interpretación de Lenguas, que le permitió vivir sin apuros económicos.

En 1808, a la caída de Godoy, tomó partido por los franceses y llegó a ser nombrado bibliotecario mayor de la Real Biblioteca por el rey José Bonaparte. A partir de entonces fue tachado de "afrancesado", por lo que hubo de refugiarse en Valencia, Peñíscola y Barcelona al producirse el cambio político.

Leandro Fernández de Moratín fue un hombre de teatro en el sentido amplio de la palabra. A su condición de autor teatral hay que añadirle otros aspectos menos conocidos, pero que fueron tan importantes para él como éste y le ocuparon a veces más tiempo, esfuerzo y dedicación que sus propias obras. Fue Moratín uno de los fundadores de la historiografía teatral española. Sus Orígenes del teatro español, obra que dejó inédita y que fue publicada en 1830-1831 por la Real Academia de la Historia, es uno de los primeros estudios serios y documentados del teatro español anterior a Lope de Vega. Es también de gran interés el «Prólogo» a la edición parisina de sus obras en 1825, en donde resume, desde una perspectiva clasicista la historia del teatro español del siglo XVIII. Moratín fue también un activo impulsor de la reforma teatral de su tiempo. Relacionado con los círculos del poder que estaban interesados en esta reforma y heredero de las ideas de su padre, no dejó de promover una renovación de toda la estructura teatral vigente en la España de su época. La comedia nueva es uno de los hitos de esta campaña de reforma emprendida por los intelectuales que se movían alrededor del gobierno desde mediados del siglo cuando proponían reformas Ignacio de Luzán, Agustin de Montiano y Luyando, Blas Nasarre y Luis José Velázquez. Murió en París en junio del año 1828

El sí de las Niñas,

Tratado sobre la pseudolibertad, el argumento de El Sí de las Niñas se centra en una de las preocupaciones del hombre de finales del siglo XVIII: el respeto a las normas e imperativos sociales, el derecho al matrimonio por amor, el conflicto de la autoridad paterna, y el papel de la mujer en la sociedad. La prensa periódica publica numerosos artículos sobre el papel de la mujer en la familia, su derecho a la educación; todo esto en un momento en que la Pragmática de 23 de marzo de 1776 -Carlos III- obligaba a los hijos menores de 25 años a respetar la decisión paterna sobre contraer matrimonio.

En este contexto aparece El Sí de las Niñas, un tratado sobre la libertad de la protagonista para elegir a su enamorado y que propone una solución al problema que presenta la legislación con la Orden dictada por Carlos III.

Pero, ¿el tema principal es la libertad de elección de la protagonista? ¿Es Paquita la protagonista de la obra? ¿En realidad Moratín estaba a favor de la libertad de elección de las mujeres? No.

“Le traité nul, comédie en un acte, mêlée d’ariettes” es su más que posible referente: la traducción que corría por España hablaba de una pobre labradora viuda, Tomasa, que trata de casar a su hija Mariquita con el rico y viejo Alonso. El sobrino del anciano, Fernando quiere a Mariquita. Al final todo se arregla entre los mayores y les permiten casarse para la dicha de los amantes.

”Entre bobos anda el juego” también trata el tema con menos fortuna narrativa: en ella la joven Isabel de Peralta va a contraer matrimonio con un anciano llamado don Lucas. El novio espera a la niña en una venta donde acaban de reunirse todos los protagonistas. Isabel quiere a don Pedro, primo de don Lucas, quienes se citan en la oscuridad.

Un hecho biográfico de Moratín, como cuenta su biógrafo y amigo Melón, explicaría, quizás, el porqué del tema: de muchacho se enamoró de Sabina Conti, pero ésta tuvo que casarse con su primo hermano, el escritor Gianbattistta Conti, de unos cuarenta años de edad. Este hecho puede que le influyera a la hora de escribir “La niña y el viejo” y “El sí de las niñas”, aunque no se puede afirmar rotundamente por las coincidencias más o menos inexactas de las fechas del hecho y del escrito de los libros.

Con estos referentes, tema de moda y preocupación personal, los personajes giran en torno a la idea del casamiento irregular:

Don Carlos es presentado como el personaje principal, el sobrino de don Diego, el prometido de Paquita; arde en amores por ésta y es correspondido. Varios contemporáneos de la obra extrañaron la aparente contradicción entre su valor en el campo de batalla y su timidez ante su tío, pero esto es un error de enfoque. Moratín da idea de Carlos como un joven apasionado y valiente capaz de atropellar ciertas convenciones sociales, de sacar la espada por amor; así para los ilustrados y los partidarios de los Borbones, será un delincuente y un bárbaro, mientras que para los tradicionalistas será un símbolo del españolismo. Es el valiente enamorado de Paquita que no dudará en luchar por su amor contra su tío y las convenciones sociales.

Calamocha es el criado de don Carlos. Presenta graciosamente a su amo como si se tratara de un enamorado del siglo XVII utilizando un lenguaje de perdonavidas.

Paquita es la muchacha con la que pretende casarse don Diego. Se la define como coqueta y discreta.

Doña Irene es la madre de Paquita. Es autoritaria en la medida justa: “unos buenos padres no ordenan, sino insinúan, proponen, aconsejan”, el exceso de autoridad de los padres es criticado no porque esté mal, sino porque puede provocar “una rebeldía peligrosa”. Doña Irene permite a Moratín poner de relieve que bajo el Antiguo Régimen la Iglesia constituía un remedio para muchas familias con malos trances económicos. Lo que interesa de la relación Iglesia/doña Irene es que desde que murió el marido de doña Irene, ella depende exclusivamente de su parentela eclesiástica, por lo que la influencia de ésta sobre ella es determinante. Las tías monjas ejercen una presión constante sobre su sobrina para que se case con don Diego. Dan a la niña una educación que pertenece ya entonces al pasado, y que no conviene a las necesidades de la época. Moratín afirma sobre esta educación que tiene como finalidad la de asegurar la autoridad absoluta de los padres en los asuntos matrimoniales de los hijos. Pero este exceso de autoridad puede ser contraproducente. Este es el sentido fundamental de “El sí de las niñas”: prevenir las graves consecuencias que puede acarrear un exceso de autoridad paterna.

Don Diego es el que pretende casarse con Paquita.

Un último dato: si Moratín hubiera pretendido hacer un tratado sobre la dignidad y la libertad de elección de la mujer ésta hubiera sido la protagonista, no se escudaría en falsas emociones, no amenazaría sobre el más que posible peligro de que la mujer mal casada es más peligrosa que una mujer soltera porque aquella goza de más libertad.

Al fin y al cabo, quien arregla la situación es don Diego con don Carlos, son los hombres quienes deciden que, al fin y al cabo, Paquita pueda casarse con su enamorado:

DON DIEGO

Paquita hermosa, (la abraza) recibe los primeros abrazos de tu nuevo padre... No temo ya la soledad terrible que amenaza mi vejez... Vosotros (tomando de las manos a Paquita y don Carlos) seréis la delicia de mi corazón; y el primer fruto de vuestro amor... sí, hijos, aquél..., no hay remedio, aquél es para mí. Y cuando le acaricie en mis brazos, podré decir: a mí me debe su existencia este niño inocente; si sus padres viven, si son felices, yo he sido la causa.

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